jueves, 5 de julio de 2012

El Cuento Mexicano en el siglo XX




El vigor de la narrativa mexicana de estas últimas décadas se halla en muchos modos literarios que conviven a la vez, así lo afirma Carlos Fuentes (1928) en La nueva novela hispanoamericana,donde propone la necesidad de «contaminación» para asegurarnos una amplitud cultural y en su discurso del II Congreso Internacional de la Lengua Española, celebrado en Valladolid en octubre del 2002, en el que conecta el habla popular de la Ciudad de México, con el latín de Cicerón y el español hablado, profundizando en lo que sería un «mestizaje» lingüístico y literario.
 En este sentido  el género «cuento» en México ha sido fructífero,  y constata el hecho de que diferentes revistas y editoriales han dado cuenta de este tipo de creación con energía y eficacia: véanse los ejemplos de Vuelta, Nexos, Revista Mexicana de Literatura y editoriales como Fondo de Cultura Económica, ERA, Joaquín Mortiz o el departamento editorial de la U.N.A.M. Por otra parte, el autor firma que «una de las características más evidentes de la narrativa mexicana breve de nuestros días es que no se concreta en una sola forma expresiva sino que está representada por muchas ‘escrituras’ a la vez. Si por un lado el cuento sigue conservando dentro de algunas parcelas una afinidad de nuestras letras nacidas de la Revolución [lo conserva] también con aquellas otras producto de la revolución cultural que significó el Ateneo de la Juventud, y ramificaciones suyas como el Grupo Contemporáneos, con la literatura escrita dentro del espíritu nacional e internacional de la experimentación y ruptura de la década de los años cincuenta .

El Grupo Contemporáneos trabaja en torno a la poesía, aunque Torres Bodet o Bernardo Ortiz de Montellano ofrecen intentos renovadores en narrativa ajenos al desaliño del realismo y a los narradores de la Revolución mexicana. No obstante, según el especialista Luis Leal, serán otros escritores coligados al grupo los que rompan definitivamente con la tradición narrativa mexicana: José Martínez Sotomayor, Efrén Hernández y Agustín Yáñez. La publicación, en 1941 de los cuentos de Efrén Hernández, será una fecha categórica, Luis Leal afirma que «el libro rompe definitivamente con la tradición narrativa mexicana. El material de los cuentos de Hernández es insubstancial, lo que lo distingue de aquellos escritos por los narradores de la Revolución, que giran en torno al realismo trágico».
Hacia 1946, el escritor Xavier Villaurrutia, ante el avance de las obras de ficción poco realistas de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, se lamenta de que se le niegue a la literatura mexicana esa posibilidad inventiva, pero es en este momento cuando aparece la genialidad de un maestro como Juan José Arreola, que comienza a editar sus primeros cuentos en las revistas Eos Pan de Guadalajara, las mismas en las que aparecería Juan Rulfo. En palabras de Emmanuel Carballo, Arreola ya comenzaría a ser para las letras mexicanas «la alusión que se convierte en elusión, el plano vertical que se trueca oblicuo».
Arreola : su entrada en el cuento mexicano
El ingreso de Arreola en la literatura mexicana abre perspectivas en la narrativa de los años 50, ya que gracias a su trabajo editorial empiezan a despuntar nombres tan importantes como el de Elena Poniatowska, José Agustín, José Emilio Pacheco o Fernando del Paso. Por otra parte, el Fondo de Cultura Económica funda por entonces la colección Letras mexicanas e invita a Arreola para que se ocupe del número 2 en el que se publicará su libro Confabulario, que se intercala con el de otros grandes de la literatura como Alfonso Reyes o Enrique González Martínez.
En 1955, Arreola forma parte de un programa universitario, Poesía en voz alta, que reúne entre otros a Octavio Paz, Héctor Mendoza, José Luis Ibáñez y Leonora Carrington, grupo que, según Carlos Monsivais, realiza un estudio exhaustivo de los clásicos españoles, «modernizándolos», utiliza elementos populares en el juego literario y el espectáculo: elementos que caracterizan la obra del grupo, pero sobre todo la de Arreola.
Para examinar los prosistas más relevantes de la década de los años 50, se hace imprescindible conocer una excelente antología coordinada por Christopher Domínguez, Antología de la narrativa mexicana del siglo XX, que los reúne en su libro tercero como a los «padres fundadores de la nueva literatura», citando escritores de la talla de Octavio Paz, Juan José Arreola, Agustín Yánez, Fernando Benítez, José Revueltas y Juan Rulfo.
Efectivamente, a mitad de siglo XX ya habían fallecido Xavier Villaurrutia, Gilberto Owen, Mariano Azuela o el poeta Enrique González Martínez, Torres Bodet y Martín Luis Guzmán «... se perdían para la literatura en los salones y las oficinas del Estado...», tomando el relevo estos autores, que heredando una angustia existencial en busca de la «mexicanidad», conformarán el futuro de un panorama de madurez hasta su consolidación en esta década. Pero serán Arreola, Juan Rulfo y posteriormente Carlos Fuentes, los que creen el nuevo cuento mexicano.
Juan Rulfo publica en 1953 su libro de cuentos El llano en llamas y en 1955 Pedro Páramo, obra compleja para el lector por sus cambios constantes de punto de vista narrativa y su ruptura temporal. Un año después Carlos Fuentes publica su primer libro de cuentos Los días enmascarados, consiguiendo «... crear un auténtico cuento nacional mexicano basado en la síntesis de las técnicas de Arreola y Rulfo y en la presencia de abundantes mitos de tipo local...»significa para el cuento mexicano una ruptura importante en cuanto a la forma, aplicando en su narrativa giros y rupturas llenas de imaginación, ironía y de barroquismo intelectual que convierte cada texto en un producto de artesanía.


La presencia de Arreola es clave no solo por su aportación creativa, sino por su labor de promoción de nuevos escritores. En 1954 funda y dirige la colección Los presentes, donde se dan a conocer tanto autores consagrados —Alfonso Reyes o Artemio del Valle— como noveles —Carlos Fuentes, Elena Poniatowska—, y donde se publica poesía, narrativa, teatro y ensayo. A finales de la década de los 50, Arreola funda Cuadernos y libros del unicornio, que se apoya en figuras conocidas y promueve a un grupo de escritores jóvenes. En 1958 publicaron sus obras los escritores Beatriz Espejo, Eduardo Lizalde, Rubén Bonifaz Nuño, Elías Nandino, Sergio Pitol, entre otros y al año siguiente lo harían Manuel Mejía Valera, José Emilio Pacheco, Olivia Zúñiga y Enrique González Rojo. Como se observa, es una época de gran fuerza creativa donde los autores se apoyan y leen mutuamente en continuos talleres creativos, instituyéndose una nueva generación de escritores, todos ellos, de alguna manera, relacionados directamente con el maestro Arreola, que con la instauración de estos talleres —de los primeros creados en el país— se convierte en promotor literario de no pocos escritores. Entre estos talleres destaca Mester, que según palabras del propio Arreola «fue el último grupo con una voluntad literaria verdadera», de donde salen escritores que comienzan a perfilarse en la década de los años 70. Debemos destacar a José Agustín, José Carlos Becerra, Alex Ollhovich, Alejandro Aura, Leopoldo Ayala, René Avilés Fabila, Gerardo de la Torre, Elva Macías, Guillermo Fernández, entre otros.
Ya en las últimas generaciones de cuentistas mexicanos no se observa claramente la influencia de estos autores pilares, pero ciertos críticos hablan de la aparición de corrientes «arreolistas» o «rulfistas», y Carlos Montemayor, René Avilés Fabila, Gerardo de la Torre o Jorge Arturo Ojeda entre otros, han sido asignados a la influencia de Arreola. 
A continuación presentaremos una cronología de las publicaciones literarias  de Juan José Arreola :


La cronología se ha divido en cuatro etapas en las que suceden una serie de acontecimientos políticos y sociales que van dibujando el horizonte intelectual de Arreola, a la vez que definen tanto su particular manera de estar en el mundo como la peculiaridad de su obra:1918-1940años de aprendizaje en instituciones religiosas, con la revolución Cristera como telón de fondo, y en los que destaca desde muy joven por su talento literario; en los que desempeña diversos oficios, se relacionará con los integrantes del grupo Contemporáneos, y escribirá sus primeras farsas.
1941-1960: periodo en el que empieza a trabajar como profesor de secundaria y en el que debe trasladarse a la Ciudad de México en busca de mejores oportunidades. Asimismo se entregará a su pasión por el ajedrez, realizará algunos viajes al extranjero, y se vinculará al Colegio de México, al tiempo que publica Confabulario y Bestiario, sus libros más representativos, hasta que se lo nombra director de la institución cultural Casa del Lago.
1961-1980: esta etapa se inicia con su viaje a Cuba donde participa en diversos proyectos culturales; recibe prestigiosos premios e ingresa como profesor en la UNAM, y se vincula al teatro donde jugará un importante papel que alternará con sus actividades de reportero y entrevistador en la radio y en la televisión.
1981-2001: época en la que continúa recibiendo premios y condecoraciones a nivel nacional e internacional, en la que concede entrevistas, dicta conferencias por doquier y es nombrado doctor honoris causa por la Universidad de Colima.
 

Bajo la  cronología descrita de las obras de Arreola, pasaremos a  adjuntar unos link´s  donde encontraremos algunos de sus cuentos digitalizados, lo que abre una propuesta de acceso al conocimiento y aprendizaje acerca del autor: Selección de cuentos del escritor mexicano alojados en la página de la Biblioteca Digital Ciudad Seva; entre ellos, El guardagujas, La canción de Peronelle o La migala. http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/arreola/jja.htm
Por otra parte contamos también con otro link, esta vez desde Adobe, PDF:http://www.alianzabolivariana.org/pdf/arreola_antologia_de_micro_cuentos.pdf , los cuales nos permiten tener un acceso y establecer un viaje literario, dentro de esta invención de fantasía por alguno de sus micro cuentos. Por otro lado también se quisiera incluir en todo este viaje literario a través de la web, una serie de cuentos, pero con la peculiaridad de que son narrados en  voz de su propio creador, en voz de Arreola. Veamos algunos : Apuntes de un rencoroso,loco de amor,balada, una mujer amaestrada,el discipulo

                                                   Apuntes de un rencoroso


                                                              Loco de amor 
  
Balada 



Una mujer amaestrada 


El discípulo


   Por otro lado contamos también con un análisis que se le hace a su novela que vale la pena  decirlo  http://www.scielo.cl/pdf/actalit/n27/art10.pdf nuevamente fue la unica  que haya publicado el autor :  La Feria discursiva de Juan José Arreola.Bueno por esta vez con esta ultima entrega nos despedimos , hasta una próxima ocasión. 

miércoles, 4 de julio de 2012

Acerca del autor... liberarse de la captura a través del cuento


 Juan José Arreola (1918-2001), hijo de Zapotlan, el grande.Figura clave de las letras mexicanas, es uno de los escritores más reconocidos en el ámbito internacional; no sólo por su peculiar sentido del humor y su habilidad para borrar las fronteras entre la realidad y la fantasía, sino también por la precisión de sus metáforas.Heredero de la estética vanguardista, supo darle un vigor sorprendente al género del micro-relato en textos en los que retrató conversaciones literarias, juegos de escrituras y magias irrepetibles. Como ilusionista nos instaló en lo fantástico con la elegancia de un viejo rey ajedrecista.
Biografía 
El brillante comienzo de la carrera que llevó a Juan José Arreola a obtener el título de "autodidacta"se inició al aprender a caminar,al verse perseguido por un borrego negro. A leer aprendió de oídas y el instinto se ocupó de ponerlo a escribir tanta página entrañable. Ayudado por una memoria portentosa, acumuló datos, nombres, textos y dibujos que con el tiempo adquirieron un sentido completo al ordenarlos con un criterio algo menos disperso, mientras trabajaba como corrector en el Fondo de Cultura Económica.
Cualquier faceta de la literatura, de la creación de formas y contenidos con las letras y todos sus colaterales fueron el fin y el fondo de los proyectos de Arreola. Libre, disperso y contradictorio en los márgenes y con ideas fijas en el centro del meollo. Por ello, su dispersión fue de fogueo y la vista rapaz lo más característico de ella. Las circunstancias se reunían a la puerta de su casa con un par de palmadas. Así tuvo por ejemplo en sus manos cuentos inéditos de García Márquez o Cortázar para publicar en Los presentes  o la primera copia manuscrita de Pedro Páramo buscando su opinión. A cada golpe de timón se encontraba sin remedio con las personas que iban a ser los personajes de veinte años después: Octavio Paz, Carlos Fuentes, Augusto Monterroso, Rodolfo Usigli, Pablo Neruda... Tuvo Arreola la gracia de tratarlos sin atenerse a otra convención ajena a su albedrío.Igual que rechazó la oportunidad de viajar junto a Neruda como secretario particular,cercó a Louis Jouvet hasta interesarle en su vocación teatral o influyó decisivamente en la edición de la obra de Rulfo tal cual la había configurado originariamente su amigo Juan. Evidentemente, practicaba el antiguo arte de saber estar en el lugar propicio y actuar como si tal cosa. Así lo hizo por ejemplo —aunque fuera por pasiva— participando en el argumento original del cuento más famoso de Augusto Monterroso.
El amor por la literatura siempre fue complementario por el que sentía en su relación con las mujeres, pasiones que le producían a su vez un hondo temor y ciertas posturas extremas y fama de intransigente o misógino.  Aquí contamos con una  declaración respecto a éste tema : - de alguna manera mi acercamiento  a la mujer y mi acercamiento con la obra literaria , están envueltos en el mismo temor. El acto  de la creación,cuando esta autentica,resulta devorador . Yo temo y amo  el amor  y la literatura, los temo a los dos.
En ninguna de las dos batallas consiguió una victoria fácil. La salud, la economía o la mera dispersión de voluntades o afectos jugaron casi siempre en contra. El gusto por aprender se tuvo que alternar con la búsqueda del sustento y el futuro maestro de las letras pasó por decenas de escuelas de labor que con el tiempo le proporcionarían valiosos créditos: vendedor de sandalias, empleado, cobrador, dependiente, pastor, peón, comediante o panadero. Transiciones que Arreola literaturizó con enorme acierto. Antes, el cine, la música y los libros fueron regando una formación dispersa donde los objetivos y los géneros bailaban en sus intenciones. Escuchó la designación de las letras para ejercer de uno de sus representantes, pero antes intentó ser actor con todas las consecuencias; dejó lo que tenía y se marchó a la capital de México, se inscribió en la escuela de teatro del Instituto Nacional de las Bellas Artes y se hizo para siempre, comediante. A sus futuras actuaciones añadió por esa época de finales de los años 30 algunos textos dramáticos. En el siguiente enlace podremos encontrar un acercamiento y un sentido homenaje que se realizara a este juglar de la tierra de Jalisco:
El fracaso de la gira teatral que realizó por el interior del país le hizo abandonar, aparentemente, su vocación y regresar al entorno familiar, dedicándose a buscar novia y vender «tepache» en Manzanillo mientras volvía a Zapotlán, conseguía un puesto de maestro de secundaria y comenzaba el oficio de escritor.Se trasladó después a Guadalajara para que ocurrieran nuevas experiencias ajenas al desánimo con el que llegó del Distrito Federal. Con Arturo Rivas Sainz editó la revista Eos,donde publicó su primer cuento importante: «Hizo el bien mientras vivió». También conoció por entonces a Juan Rulfo y Antonio Alatorre con quienes fundaría en 1944 la revista Pan.El otro objetivo necesario para solventar la crisis fue encontrar un trabajo lo suficientemente estable para recuperar y casarse con Sara, la novia de la que había estado separado de marzo a noviembre del 1943. Tenía en contra, según el consejo de familia de la pretendida, el hecho de ser actor y escritor pero consiguió casarse con ella en 1944, en medio de una época que él mismo consideró gloriosa. La fuerza del teatro y ciertas casualidades lo pusieron en París para intentar de nuevo curar aquel arrebato por interpretar. Una de sus enfermedades lo devolvió antes de tiempo a su vieja cuna de Jalisco donde consiguió recuperar la dispersidad de siempre aunque ahora más centrada en el mundo de los libros. Sus trabajos editoriales en el Colegio de México y en el Fondo de Cultura Económica se completaban con la fundación de la editorial Los presentes y la adjudicación de dos becas para la preparación de los libros que le abrirían el camino del reconocimiento literario: Varía invención y Confabulario, los cuales iría publicando mientras continuaba su búsqueda del soneto imposible y sin olvidar el sueño sin remedio del teatro, para el que publicó en 1954 su texto dramático, La hora de todos Sin parada, otros proyectos ocuparon sus esfuerzos, había llegado el momento de montar una nueva editorial y lo hizo en 1958 con el nombre de Cuadernos del unicornio, con un interesante elenco de publicaciones de los autores sobresalientes de la época. El mismo año aparecía la primera versión de su Bestiario y poco más tarde se dedicarían al rescate y posterior dirección de La casa del lago. Junto a Héctor Mendoza, dirigió algunos programas teatrales de «Poesía en voz alta» y además descubrió que la enseñanza era otra manera de crear. Escritores ahora consagrados recuerdan su labor en los talleres literarios, a través de los cuales fue considerado como maestro de toda una generación de escritores, como Vicente Leñero, José de la Colina o José Emilio Pacheco.
Juan José Arreola no dejó escapar la ocasión de estar en Cuba, conocer a Fidel Castro, escritores, políticos y una situación única para anotar en su agenda de la dispersión. Volvió con fuerza para continuar con los talleres, con Los presentes, con la revista Mester y con sus dolencias. Lo tuvieron que operar de una grave enfermedad de estómago. Ordenando papeles tras la operación, Arreola encontró la base de lo que sería su única novela La Feria en unas notas biográficas de principios de los cincuenta donde el protagonista principal era su padre y el pueblo de Zapotlán girando alrededor. Cuando se vio recuperado volvió a sus actividades en el Centro Mexicano de Escritores y en la Escuela de Teatro del INBA. Arreola siguió cumpliendo un particular empeño de divulgación de la cultura a través de cualquier medio, desde las charlas en los talleres literarios, participando en revistas... Mester, Los Cuadernos del Unicornio o la célebre edición deLecturas en voz alta, donde seleccionaba textos que publicaba la editorial Porrúa. Su colaboración al universo literario continuó siendo intensa, conferencias, clases, prólogos, ensayos o compilaciones lo seguían teniendo dispersamente ocupado aunque su producción literaria se fue reduciendo deliberadamente. El reparo que siempre demostró por el cuidado de los textos o el sentimiento de contaminación al convertirlos en producto comercial hizo que Arreola nos dejara una obra intensa aunque relativamente escasa. La marginalidad de su obra es consentida con tanto agrado como la fama de perfeccionista, por ello decidió no añadir más cantidad sin la firmeza de la originalidad.

Precisamente por salvaguardar estas premisas y por estar más atento a la dispersión que supone el arte, más que a las modas, movimientos o vertientes, sobre su imagen cayeron críticas y distanciamientos de todos los sectores: Desde afrancesado a comunista, aunque también se le criticó su falta de conciencia social y en general, no seguir ciertas directrices que marcan cierto tipo de éxito del que Arreola no quiso nunca oír hablar.
En los años 70, Arreola prestó su imagen honorable —excéntrica para otros— a la parcela cultural de un popular programa de televisión. Se trataba de «Sábados con Saldaña», del Canal 13 mexicano, y su intervención, como otras en televisión, resultó polémica aunque a esas alturas no le preocupaba demasiado. También hizo de comentarista de fútbol o colaborador en programas de radio. La dispersión le venía de lejos y ahora la vestía de capa y bastón, adornada ya por la blancura desparramada de los cabellos y largos aires de distancia. Juan José Arreola era ya un personaje que tendría que pasar inmensas horas recibiendo premios y reconocimientos, viendo múltiples ediciones de sus obras, traducciones, participando en mil y un eventos y, sobre todo, aprendiendo a olvidar su portentosa memoria.